Por un 2023 sin guerras
Hemos comenzado el nuevo año con la continuidad de la guerra de invasión rusa en Ucrania, sobre la que nos llega información permanente de su crueldad. Hay que reconocer que la proximidad de la guerra y las consecuencias sobre los países europeos lo favorecen. No obstante, otros conflictos bélicos fuera de Europa parecen no existir ante la mirada occidental, aunque afectan a millones de personas. Así tenemos las guerras, algunas de larga data, en Palestina, Sahara Occidental, Congo, Yemen, Siria, Etiopia (Tigray), la guerra en el Sahel, Somalia, Libia, Myanmar, Turquia (contra los kurdos), Afganistán… Conflictos que causan enormes pérdidas humanas, desplazamientos, refugiados y migrantes, así como hambrunas y deterioro de la soberanía alimentaria.
Estos conflictos se deben en gran parte a la lucha por los recursos, agravada por la creciente desigualdad mundial y las consecuencias del cambio climático, tras los que de una u otra forma también están los intereses y la geopolítica de las grandes potencias.
La tendencia de los países dominantes se vuelca en seguir apoyando militar y económicamente a unos u otros contendientes sin responder a las causas de esos conflictos, ni considerar los derechos humanos, ni tampoco promover procesos diplomáticos para su resolución.
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